El árbitro Diego Abal (centro) y sus jueces de línea, Yamil Bonfá y Julio Fernández. Este último, levantó correctamente su banderín para marcar el offside de Higuaín. Abal opinó lo contrario.

«El fútbol es el único juego en el que millones de personas lo miran en el mundo y no conocen sus reglas»

Dante Panzeri

Los futboleros traemos desde chicos varias «deformaciones reglamentarias». Hay frases del potrero que no tienen su correlación con el verdadero reglamento del fútbol. Por ejemplo, más de uno de nosotros se encontró en discusiones de café con un tipo que hablaba de «mano pegada al cuerpo» y que por eso «no fue penal». O, al revés, alguien que decía «interrumpió la trayectoria de la pelota, fue penal» o bien «iba al arco y le pegó en la mano».

Otra deformación reglamentaria es «el rebote en el rival habilita». Recuerdo como si fuera hoy grandes discusiones en la plaza de la esquina de mi casa de Don Bosco o en la cancha de los Bomberos, en Dock Sud: «si pega en el palo es offside, no vale; si le da al arquero sí». Es más, el desconocimiento de las reglas no es sólo propiedad de los hinchas. Los futbolistas mismos no lo conocen. ¿Nunca vieron a un jugador dar un golpe desde atrás, por ejemplo y decirle al referí «¡es la primera!» cuando le muestran amarilla? ¿O pedir penales insólitos por manos que son claramente casuales?

Volviendo a los hinchas, ellos son interesados. Exhiben el reglamento sólo si los favorece, como en el caso del gol de Colón a San Lorenzo. El presidente Carlos Abdo habló del reglamento después de que el árbitro Diego Abal tuviera una interpretación equivocada de una jugada enmarcada en la Regla 11 y en su circular ampliatoria de 2009.  Pero nada dijo de las reglas cuando el árbitro Carlos Maglio no le mostró la segunda amarilla a Alvarado la semana anterior, en el partido que San Lorenzo le ganó 2-1 a Belgrano en Córdoba. Es cierto que los árbitros –como todos– pueden tener equivocaciones groseras (como la del gol de Colón) o no tanto (obviar una amarilla), pero es el mismo reglamento el que marca ambos errores.

La hoy célebre Regla 11 dice, en uno de sus ítems, algo que le da la razón a la bandera levantada de Julio Fernández y se la quita a la interpretación de Diego Abal:

«ganando ventaja de dicha posición» significa jugar un balón que rebota
en un poste o en el travesaño después de haber estado en una posición de
fuera de juego, o jugar un balón que rebota en un adversario después de
haber estado en una posición de fuera de juego.

Esto termina con las discusiones reglamentarias sobre la jugada y deja claro que quien cometió un error grave –fue determinante en la evolución del partido, influyó en el resultado final– fue Diego Abal. Seguramente, el árbitro será sancionado, como corresponde.

Hay otro tema reglamentario que a los hinchas –y muchos jugadores, ex jugadores, periodistas– les cuesta horrores entender: la apreciación. En algunas situaciones (la mano, algunas jugadas de offside como la de San Lorenzo -Colón) lo que se sanciona es «a criterio del árbitro» que es, ni más ni menos, que su opinión. Sólo eso. A veces coincidimos, a veces no, pero es difícil decir «se equivocó». Hay un detalle en la jugada del gol de Colón que exculpa a Abal de cualquier idea de mala fe. Siempre estuvo seguro de que no había offside. Observen en la imagen que, en cuanto su asistente levantó la bandera, Abal le hizo una seña para que la baje. Esto ocurrió antes de que Higuaín tire el centro.

Insisto: Abal interpretó mal una regla, en este caso. Pero fue eso, una mala interpretación, una opinión. Se dio que la mayoría –no todos– estamos de acuerdo en que Federico Higuaín «ganó ventaja de su posición», como dice uno de los ítems de la Regla 11. Pero Abal interpretó que Palomino no pifió, sino que hizo «un pase». Lo extraño es pensar que un futbolista pueda tener intención de dar «un pase» a un rival. Pero esto es lo que entendió Abal. y lo entendió siempre, desde que Higuaín recibió la pelota. No es que después le hizo bajar la bandera al juez de línea para tapar un error. Siempre estuvo convencido.

Ariel Garcé festeja su gol, después de la jugada más discutida del torneo.

Hubo un error similar esta semana que se perdió en la enorme cantidad de partidos que hubo. El primer gol de Boca ante Arsenal por la Copa Libertadores se produjo tras una jugada reglamentariamente similar a esta –debió ser anulada– y nadie dijo una palabra. La diferencia en el gol xeneize es que el juez de línea (Gustavo Rossi) no levantó la bandera, acompañó al árbitro (Pablo Lunati) en su error. En el momento del primer toque profundo, Silva y Mouche estaban en offside. La posición de Mouche es pasiva, la de Silva no porque fue a buscar el pase. EL juez de línea ya cometió un error. Dejó que todo siguiera su curso. El rechazo fallido de Lisandro López le cayó a Mouche y allí debió pararse la jugada por offside. Cometió un segundo error. Volvió a no levantar la bandera, continuó el juego y Mouche hizo un gol que cambió la historia del partido. Hubo dos posiciones adelantadas en la misma acción y ni el línea ni mucho menos el árbitro se dieron por enterados.

Es un error más común de lo que parece. El partido de Copa entre Arsenal y Boca fue sólo cuatro días antes del de San Lorenzo. Pero nadie hizo pie en el error. Fue tan determinante como el de Abal, con el agravante de que dos jueces no lo advirtieron. En el momento del gol de Mouche, Arsenal jugaba mejor, ganaba 1-0 y estaba para convertir el segundo. El empate de Boca llegó en su primera llegada. O sea, la falla arbitral perjudicó claramente al cuadro de Sarandí, no sólo en el partido que estaba disputando, sino en su futuro en la Copa Libertadores. Obviamente, un error contra Arsenal no tiene la repercusión que tiene un error contra San Lorenzo. Pero fue similar o aún peor: en el gol de Colón, al menos, acertó el juez de línea. En el de Boca, nadie.

Marco esto, en primer lugar, para que entendamos que el árbitro –como todos en nuestros trabajos– convive con el error. Seguramente la AFA, por presión del presidente Abdo (que aún no esclareció el ataque de los barras de su club a Jonathan Bottinelli ni el destino de 33 millones de pesos), sancionará a Abal como lo hizo con Brazenas, el último caso de linchamiento público de un árbitro de fútbol. A Brazenas y a su familia los amenazaron de muerte, perdió su trabajo, fue escondido por la AFA detrás de una falsa «nota baja en el test físico», Angel Cappa escribía todos los días en su blog «no se olviden de Brazenas» (bastardeo del slogan del crimen de Cabezas, ocultado por su periodistas amigos) y nunca más se le vio el pelo. Y todo por haberse equivocado en un partido de fútbol. Alguna vez tómense el trabajo de volver a ver aquel Vélez – Huracán de la última jornada del Clausura 2009. Fíjense quién mereció ganar, cómo jugó Huracán y, sobre todo, si los errores de Brazenas perjudicaron sólo al Globo.

Gabriel Brazenas perseguido por jugadores de Huracán, en el ya famoso partido que perdió con Vélez 0-1 y la chance de ser campeón. El linchamiento público del árbitro promovido por jugadores y el entrenador Angel Cappa con la complicidad de los medios amigos fue despreciable. Estamos ante una situación similar con Diego Abal. No hay que repetir conductas aberrantes.

Diego Abal recibió varios llamados amenazándolo de muerte, fue publicado su número de teléfono celular en un blog.

Como suele ocurrir, la AFA se tomará más días de lo aconsejable para decidir sanciones a Abal y a San Lorenzo. El Tribunal de Disciplina suele resolver con brutales sanciones rápidamente cuando se trata de clubes del ascenso, pero cuando hay un grande en el medio esquiva el bulto hasta que pase la presión mediática y el tema se diluya. San Lorenzo tiene una camiseta importante y esto pesará a la hora de que estos hombres resuelvan qué hacer con el escándalo posterior al partido con Colón.

Mientras tanto, hay un linchamiento público en ciernes. Es el deporte preferido de los hinchas, es el manjar predilecto de casi todos los medios, es el mensaje que los dirigentes de fútbol bajaron durante tantos y tantos años de impunidad, es el mensaje que siguen dando algunos dirigentes creyendo que ser presidente de un club es sólo ser un hincha con poder y no alguien responsable que toma decisiones en una sola dirección.

Es hora de cambiar. Estamos a tiempo.

DIego Abal, sus asistentes y la bochornosa salida del campo.