Américo Gallego y Cristian Díaz. Independiente se hamacó entre dos generaciones de entrenadores. Con Cristian Díaz, tal vez empiece un tiempo de renovación de verdad en el club.

«Tengo que escuchar a la gente», me dijo Javier Cantero, el presidente de Independiente, cuando le dije que no lo escuchaba convencido de darle a Américo Gallego la responsabilidad de enderezar el rumbo del equipo. «Escuchar a la gente» es un modo peligroso de manejar el fútbol profesional. No porque no haya que «escucharla», sino porque no siempre «la gente» es la que sabe o la que tiene razón. En el fútbol, los recuerdos se instalan en lugares raros y los recuerdos que «la gente» de Independiente tiene del Tolo son no menos extraños. «Sumó 68 puntos que nos evitaron el descenso», «le llega al plantel», «le deben plata», «fue el último campeón» son sólo algunas de las cosas que «la gente» que decidió escuchar Cantero expresó en todas sus formas posibles: en la cancha, en los foros, en la radio, en la tele.

Pero el dirigente está para conducir, no el hincha. Y es el dirigente el que debe trazar un plan, seguir una idea y elegir el DT en consecuencia. Es la fórmula que más resultados positivos dio. Dirán que Independiente tiene que engordar su promedio y es cierto. Pero traer a Gallego no lo garantiza (nada está garantizado en el fútbol) y, además, obligaría a Independiente a gastar un dinero que, si lo ahorra, tal vez zafe de algunos problemas futuros.

No se discuten acá (por lo menos para mí, no se discuten en ninguna parte) las condiciones de Gallego como entrenador. Son excelentes. Conozco al Tolo desde sus tiempos como ayudante de Passarella. Irresponsablemente, se dice que «Gallego era el que sabía de verdad». Gallego sabía y sabe, pero el DT era claramente Passarella. Gallego era un asistente de lujo que dio un master cuando dirigió al único equipo de River que logró un título sin perder ningún partido en el Apertura 94.

Es cierto que Américo Gallego no llegó a Independiente por diferencias económicas. Pero lo que lo alejó definitivamente fue la resistencia de los principales referentes del plantel.

Este Gallego no es aquel, sin embargo. Aquel era un tipo divertido, seguro, con una dinámica de trabajo que daba gusto seguir en los entrenamientos. Este de ahora, en cambio, es un DT alejado de sus jugadores, que se relaciona con la prensa según su conveniencia, desconfiado, paranoico. Si bien Woody Allen dijo una vez que «el hecho de que no sea paranoico no quiere decir que no me persigan», esta postura de creer que siempre hay jugadores dispuestos a complicarle la vida melló notablemente su relación con el plantel en su último paso por Independiente. Y aún hay futbolistas que estuvieron con Gallego en ese tiempo y no estaban contentos con un nuevo arribo del Tolo.

Algunos se lo dijeron a Cantero. «Javier… ¿por qué no guarda la plata para traer un par de refuerzos a mitad de año? Nosotros con Cristian estamos muy bien, el plantel lo banca». A juzgar por la entrega en el histórico partido contra Boca, es cierto que «el plantel lo banca» a Cristian Díaz. Y si uno hace un cuadro comparativo entre la entrega, el orden y la concentración en la epopeya de la Bombonera y lo enfrenta a lo hecho por estos jugadores en la derrota 1-3 con Argentinos en Avellaneda ocho días antes, entonces reafirmará aún más ese concepto de «entrega». La duda eterna será lo que habrá pensado Ramón Díaz viendo a Independiente ganarle a Boca 5-4 con semejante poder de reacción y con tres goles del Tecla Farías…

Volviendo al tema del pedido de los jugadores, el presidente fue totalmente honesto: «Es el técnico que quiere la gente y yo tengo que escucharla». Pero, por dentro, Cantero prefería otro tipo de entrenador. En su campaña habló de José Pekerman como su ideal y me lo reafirmó en la misma charla que recordé en el comienzo, pero el ex entrenador juvenil está trabajando con la Selección Colombia. Ese es el DT que el presidente hubiese ido a buscar.

Al no tener a su preferido disponible (y con Fossati fuera de alcance), fue por Gallego, atendiendo más al clamor popular que a su interior. Insisto con esto para que quede claro: Cantero fue a buscar a Gallego no siendo Gallego a quien él hubiese ido a buscar en condiciones normales. El presidente y algunos miembros de la nueva CD, fueron a hacerle a Gallego una oferta que, teniendo en cuenta los números de Independiente, fue excelente. Es más, pese a que lo niegan, la oferta que le hicieron a Gallego superaba en un 20 por ciento –más o menos– a lo que ganaba Ramón Díaz. Además del nuevo contrato, a Gallego se le ofreció un plan de pagos para cancelar la deuda que el club tiene con él desde 2002, consistente en 24 cuotas iguales pagaderas a partir de junio. Esto fue lo que al Tolo le pareció inaceptable, pero estaba dispuesto a conversarlo. Quiere cobrar –con todo derecho– la deuda de manera inmediata. Independiente no tiene como pagarle la deuda al contado y ya. A Gallego ni siquiera lo convenció el hecho de que, en este nuevo tiempo del club, todos los empleados y los futbolistas tienen sus haberes al día y que, mal que mal, se están honrando los compromisos heredados.

Javier Cantero, presidente de Independiente. Decidió encarar una negociación con Gallego sin estar convencido. Respaldará a Cristian Díaz.

Por algún lado, Gallego se enteró de que los principales jugadores tuvieron esta charla con el presidente. Como buen taurino, el Tolo reaccionó a los gritos y decidió tirar todo al diablo. «La plata va y viene, pero lo de los jugadores no se puede remontar», dijo. Y mandó a su representante a tantear a algunos periodistas amigos para saber quiénes eran los jugadores que estaban tratando de impedir su llegada a Independiente. De todos modos, era sólo una confirmación. Gallego sabía bien quiénes podían hacerle la contra en el equipo. «Fueron estos cuatro», le dijo a su apoderado Claudio Curti. Y le escribió los apellidos en un papel. De los cuatro, tres son representados por Leo Rodríguez, a quien el Tolo «no iba a dejarle meter un jugador», según me dijo alguien ayer.

Que Independiente tenga estas mezclas de intereses aún hoy, también es un resabio de la conducción anterior. En el gobierno de Comparada, estas movidas de representantes, DTs y futbolistas eran cuestiones de todos los días. Con Comparada, Gallego hubiese llegado a cualquier precio, el arreglo por la deuda hubiese sido el que Gallego quería y jamás le hubiesen pagado. Hay un dato que avala esta idea. Si bien la deuda de casi medio millón de dólares que Independiente tiene con Gallego es de 2002, cuando volvió al club hizo un arreglo con Comparada para poder cobrarla. El entonces presidente se la documentó y los cheques fueron rebotados. El Tolo no cobró un peso, pese a las promesas.

Cristian Díaz en acción. De él dependerá que Independiente ingrese o no en un nuevo tiempo, con una idea definida.

La falta de un convencimiento total por parte de Cantero y la resistencia de los principales referentes del equipo convierten a la negativa de Gallego en una buena noticia. Tal vez no lo sea para los hinchas que lo pidieron, pero la verdad es que los que iban a convivir con Gallego sin querer hacerlo eran los jugadores y el que iba a tener que pagarle un dinero importante sin saber cómo iba a resultar el trabajo, es el presidente.

Que sea Cristian Díaz el elegido para esta nueva etapa también debería ser una buena noticia. Hace tiempo que Independiente está atrapado en uno o dos apellidos y es un tiempo de cambios. El socio votó un cambio claro y contundente en las elecciones de diciembre y ahora, parece haber llegado el momento de que ese cambio se traslade a la cancha, con un entrenador que nació en el club, que se hizo bien de abajo y que llegó a todo lo que llegó porque es un gran tipo y con una capacidad que deberá pulir e incrementar en esta experiencia única.